MAESTRO ¡AYUDAME!

05.08.2012 16:05

 

MAESTRO ¡AYUDAME!

La experiencia que vivió Pedro en el momento que caminó sobre las aguas al dirigirse hacia Jesús, su maestro, es muy similar a la que viven los alumnos en nuestras instituciones adventistas; ellos, a pesar de tener que adaptarse a los programas, reglas, estilos de vida e incluso a una vida religiosa que tal vez nunca habían tenido, se asemeja a la fuerza del viento y las aguas con las que Pedro luchaba para llegar a su maestro, pero debido a que perdió de vista a Jesús, comenzó a hundirse y su única salvación fue la mano del Señor que lo rescato de perderse en ese inmenso mar.

Del mismo modo nuestros alumnos necesitan nuestra ayuda como maestros, aunque tal vez no nos la pidan, debemos estar listos siempre para ayudarlos en todos los aspectos, es decir, en lo físico, social, mental y espiritual.

Definitivamente, como ya lo hemos estudiado en muchas ocasiones, sabemos que esa capacidad  de cumplir con dicha responsabilidad, es sin duda el poder del Espíritu Santo en nuestras vidas. Debemos hacernos una autoevaluación para ver si cumplimos ese requisito, debemos orar para que el  Señor nos dé un espíritu de humildad y nos ayude a testificar la obra de su gracia en nuestros corazones.

Nuestros alumnos desean conocer a Jesús como lo hizo  Pedro, además de tener una educación de calidad, por eso que nosotros debemos ayudarlos a tener ese encuentro, pero para ello necesitamos estar preparados para conducirlos por el buen camino, confiando solo en el poder de aquel que nos ha llamado, solo así podremos obtener los resultados deseados.

Teniendo nosotros los maestros esa relación con Dios, podremos reconocer cuando nuestros alumnos se están hundiendo académica, social, física o espiritualmente; así podremos intervenir a tiempo evitando de alguna manera que se pierdan.

Así como Jesús estuvo listo para ayudar a Pedro, nosotros debemos estar listos para escuchar y entender el tipo de ayuda que nuestros alumnos necesitan y por su puesto asistirlos de la mejor manera. Debemos procurar conservar nuestro respeto e inspirarles ánimo y esperanza. No olvidemos que en el mundo en que vivimos, nuestras escuelas deben ser un refugio para los jóvenes y debemos tratarlos con sabiduría. Las palabras que deben regir nuestras palabras en todo tiempo es: amor, ternura, paciencia y auto-.control.

El objetivo principal al ayudar a los estudiantes a adquirir tanto el poder intelectual como espiritual, siempre debemos buscar modelar el amor de Dios en ellos.